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Las horas de terror y dolor por Otis

Tomado de La Jornada

Flora Contreras, ama de casa residente en un barrio empobrecido de las afueras de Acapulco, iba de soldado en soldado contando su historia de desdicha, mientras trataba de que alguien le hiciera caso sobre la tragedia ocurrida en su calle el martes, en pleno huracán.

Una ladera se derrumbó sobre su casa de techo de lámina, y la fuerza del lodo y el agua arrancó a una niña de tres años de los brazos de su madre. No la han vuelto a ver desde entonces, narró Flora. El cerro se les vino encima. El lodo se la quitó de los brazos a la mamá. Necesitamos ayuda, relató.

Juan Pablo López dijo a la agencia Ap desde Cancún, Quintana Roo: Desde la noche del huracán estoy muy preocupado por mi hijo recién nacido. El varón de 26 años hablaba por teléfono con su esposa, que fue a Acapulco a dar a luz y estar con su familia, cuando la comunicación se cortó de repente al impactar Otis.

Ante la falta de información y dado que sólo hay Internet en algunos puntos, muchos parientes han creado grupos en WhatsApp para intercambiar datos e imágenes sobre lo ocurrido y dónde buscar a personas alojadas en refugios. El pueblo está preocupado por el pueblo, afirmó.

Tres horas de terror

Érik Lozoya, también de 26 años, estaba con sus dos bebés y el resto de su familia en el hotel Hutsson de Acapulco cuando el ciclón tocó tierra. Contó a Reuters que nadie les avisó de la llegada del fenómeno, y que poco antes de que éste tocara tierra, sólo les notificaron que el acceso a la playa estaría restringido. Seguían funcionando los bares, las albercas: todo seguía normal, expuso en entrevista telefónica.

Lozoya detalló que él, sus familiares y dos huéspedes más se reunieron en una habitación y colocaron las camas y otros muebles como barricadas improvisadas sobre las ventanas. Cuando el ojo del huracán pasó cerca del puerto, los ocho se guarecieron en el baño de la habitación.

Al momento en que colapsa el vidrio, entra la presión del aire tan fuerte que nos tapa los oídos a todos. Añadió que el incidente le representó tres horas de terror.

Apuntó que luego bajaron a buscar ayuda y se enteraron de que había refugios en algunos salones del hostal. Allí pasaron la noche y a la mañana siguiente partieron de regreso a Ciudad de México en una travesía de más de 14 horas, al ver que empezaba el desabastecimiento de comida, agua y combustible, y que la ciudad estaba devastada.

Ver nota completa en :

https://www.jornada.com.mx/noticia/2023/10/27/politica/danos-incalculables-8060

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